miércoles, 29 de junio de 2011

En éxtasis.

Hoy siento una alegría particular, distinta a cualquier otra, difícil de expresar pero que alguien plasmó de forma inigualable en un relato y quizás a vos que estas leyendo estas lineas te halla pasado alguna vez. 
El cuento, lejos uno de mis preferidos se llama Tortura y Gloria y es de Clarice Lispector  de quien me hice adicta hace ya unos años. Se los dejo para que lo lean y en una próxima entrada contaré cual es el libro que está sobre mi mesa sin abrir y me tiene en extasis.

"Ella era gorda, baja, pecosa y de cabellos excesivamente crespos. Su busto se volvió enorme, mientras todas nosotras seguíamos chatas. Como si fuera poco, se llenaba los bolsillos de la blusa, por encima del busto, con caramelos. Pero tenía lo que todo niño devorador de historias querría tener: un padre librero.
De poco le valía. Y a nosotras menos todavía: incluso para los cumpleaños, en lugar de algún librito, ella nos entregaba una tarjeta postal de la librería de su padre. Y para colmo con el paisaje de Recife, donde vivíamos, con sus puentes. Atrás escribía con caligrafía ornamentada palabras como fecha de nacimiento y saudade.
Pero qué talento tenía para la crueldad. Ella era pura venganza, chupando sus caramelos y haciendo ruido. Cuánto nos debía de odiar esa niña, a nosotras que éramos imperdonablemente bonitas, esbeltas, altas, con cabellos sedosos. Conmigo ejerció con calma ferocidad su sadismo. En mi ansia por leer, yo ni notaba las humillaciones a las que ella me sometía: seguía implorándole en préstamo los libros que ella no leía.
Hasta que llegó para ella el gran día de empezar a ejercer sobre mí una tortura china. Como sin querer, me informó que tenía As reinações de Narizinho [N. de T.: Obra de 1931 de José Bento Monteiro Lobato, famoso escritor de libros para niños].
Era un libro grueso, Dios mío, un libro para vivir con él, comiéndolo, durmiendo con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que pasara por su casa al día siguiente y que ella me lo prestaría. Hasta ese día siguiente me transformé en la esperanza misma de la alegría: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave. Al día siguiente fui a su casa, literalmente corriendo. Ella no vivía en un sobrado [N. de T.: Piso de un edificio sobre una planta baja] como yo, y sí en una casa. No me invitó a entrar. Mirándome fijamente a los ojos, me dijo que le había prestado el libro a otra niña, y que volviese al día siguiente a buscarlo. Boquiabierta, me retiré despacio, pero pronto la esperanza de nuevo me invadía toda y yo retomaba la calle dando saltitos, que era mi modo extraño de andar por las calles de Recife. Esta vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, el día siguiente llegaría, los días siguientes eran toda mi vida, el amor por el mundo me esperaba, y seguí saltando por las calles como siempre sin caerme ni una vez.
Bueno, pero no acabó simplemente allí. El plan secreto de la hija del librero era frío y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, sonriente y con mi corazón latiendo. Para oír la fría respuesta: el libro todavía no estaba en su poder, que volviese al día siguiente. No sabía yo, como más adelante con el pasar de la vida, que el drama del día siguiente se repetiría con el corazón latiendo.
Y así siguió. ¿Cuánto tiempo? No sé. Ella sabía que era un tiempo indefinido, en tanto la hiel no se escurriese de su grueso cuerpo. Yo había empezado ya a adivinar que me había elegido para que sufriera, a veces adivino. Pero, incluso adivinándolo, a veces acepto: como si quien quiere hacerme sufrir necesitara que yo sufra.
¿Cuánto tiempo? Iba todos los días a su casa, sin faltar ni uno siquiera. A veces ella decía: pues al libro lo tuve ayer a la tarde, pero como no viniste, se lo presté a otra nena. Y yo, que no tenía ojeras, sentía que se me formaban bajo mis ojos espantados.
Hasta que un día, cuando estaba en la puerta de su casa, oyendo humilde y silenciosa su negativa, apareció su madre. Debía extrañarle la diaria y muda aparición de aquella niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones. Hubo una confusión silenciosa, entrecortada de palabras poco esclarecedoras. A la señora le parecía cada vez más raro el no poder entender. Hasta que esa buena madre comprendió. Se volvió hacia su hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡pero ese libro nunca salió de esta casa y tú nunca lo quisiste leer! Y lo peor para ella no era esa revelación, sino haber descubierto qué hija tenía. Con real horror nos observaba: la potencia de la perversidad de su hija desconocida, y la niña de pie en la puerta, exhausta, enfrentada al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, rehaciéndose, dijo firme y calma a la hija: vas a prestarle ya mismo As reinações de Narizinho. Y me dijo todo lo que jamás me habría atrevido a imaginar. "Y tú te quedas con el libro el tiempo que quieras". ¿Entienden? Era más que darme el libro: por el tiempo que yo quisiera es todo lo que una persona, pequeña o grande, puede querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada, y así recibí el libro en mis manos. Creo que no dije nada. Lo tomé. No, no me fui saltando como siempre. Me retiré caminando muy lentamente. Sé que sostenía el libro con ambas manos, que lo apretaba contra el pecho. Cuánto tiempo me llevó llegar a casa, poco importa. Mi pecho ardía, mi corazón estaba desmayado, pensativo.
Al llegar a casa, no empecé a leer. Fingía que no lo tenía, sólo para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas después lo abrí, leí algunas líneas, lo cerré de nuevo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más comiendo pan con manteca, fingí que no sabía dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por algunos instantes. Creaba las más falsas dificultades para aquello clandestino que era la felicidad. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... Había orgullo y pudor en mí. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca, me balanceaba con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en purísimo éxtasis. No era ya una niña con un libro: era una mujer con su amante."

miércoles, 8 de junio de 2011

Miradas que cuentan historias.


Cuando miro esta foto, esos ojos me cuentan historias de largos caminos recorridos.

Karol Bak

Karol Bak (Kolo, Polonia, 1961) trabaja como pintor, ilustrador y diseñador gráfico. 


Jake Baddeley


Que nos pasa cuando miramos una imagen? 
Que nos sugiere? 
Que recuerdos convoca?
Adonde nos lleva?
Por que nos detenemos en esta obra y no en otra?


Todas estas preguntas me las hago mientra observo y me pierdo dentro de las obras de este artista


jueves, 2 de junio de 2011

De mi amor por los los peces voladores.

James Christensen  
Benediction

Hace mas de diez años, ya transitando el camino de la pintura conocí a este artista y de ahí mi amor por los peces sobre todo si están suspendidos en el aire, paso el tiempo y siempre están presentes, quizás sea tiempo de investigar un poco el por qué. Mientras tanto todo pez que vuela viene a parar a mi blog.

Amor a primer vuelo

Ronald Companoca Coaquira 

miércoles, 1 de junio de 2011

Ajedrez circular para tres jugadores


3 Man Chess, una revisión del Ajedrez, en el que ahora podrán jugar tres personas pero debido al formato del tablero las reglas han sido ligeramente modificadas. Por ejemplo, las torres se mueven en círculos concéntricos, o atravesando el centro. 
Hay otros movimientos nuevos: las diagonales para los alfiles se comportan de forma similar pero no pueden rebotar, los caballos saltan igual (2+1) a pesar, el jaque mate es idéntico… la mayor parte de las líneas finas son orientativas nada más. 
Curiosamente el centro es una suerte de espacio existente pero inexistente: ninguna pieza puede quedarse parada allí. Otro detalle curioso son unas pequeñas barreras verdes junto a las torres que apenas se ven en la foto: están puestas allí al comienzo del juego para evitar que las torres se capturen unas a otras nada más empezar. 
Los jugadores deben concentrarse no sólo en su propio ataque y defensa, sino en los ataques que los otros jugadores se hacen.