En mi otra vida, vivo en un pequeño pueblo junto al mar, rodeado de pinares. Tengo una tienda de arte que a la vez es mi atelier. A ella acuden los buscadores de tesoros a comprar pinceles y acuarelas, lienzos que se llenaran de colores, los atiendo con ternura porque sé el valor que le dan a cada cosa y cuando hablamos parece que lo hacemos en un idioma distinto, pero que nos es común a todos los que amamos el color, las texturas y la sorpresa del crear.
Me gusta levantarme temprano para recorrer la playa, juntar piedras y viejos vidrios que el mar y la arena pulieron, con ellos confecciono móviles multicolor que tintinean con el viento, los incluyo en mis cuadros o confecciono dijes que también vendo en la tienda o regalo a mis amigas del alma.
Nuestra casa es sencilla pero alegre y acogedora, tenemos un lugar espacioso con una mesa grande para recibir amigos, con los que compartimos comidas ricas, algunas copas de vino, muchas risas y charlas interesantes. Mis afectos siempre me rodean.
Y así paso la vida rodeada de las personas que amo y que me aman tal cual soy, siempre creando y asombrándome de no haber perdido esa inocente esencia de niña ni mis pasiones de mujer...
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Las personas que me hicieron daño queriendo o sin querer, están lejos. Ignoran que soy feliz, pero tampoco necesito que lo sepan. Ya no significan nada para mí.